Más allá de la realidad
(Dale PLAY antes de leer)
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1
Seguramente, H. P. Lovecraft jamás pensó que su texto “Del Más Allá” seria utilizado para una comparación con las promesas dadas por los mass media y las nuevas tecnologías. O si, porque la metáfora parece demasiado evidente.
No bromeo.Los nuevos medios de transmisión de información se nos presentan como puertas a un mundo, supuestamente real, que no nos seria posible concebir sin ellos. Nuestra cultura es atravesada por esos medios y transformada de formas impensadas; nuestros hábitos, nuestras percepciones no son las mismas desde la inserción de los media entre ellas y nosotros.
2
¿Qué son los medios sino ese aparato que creó Tillinghast? Ellos están allí, en una mesa, en un rincón, junto a la cama, frente a ella, sobre nuestras piernas, en nuestros oídos, en nuestros ojos. Siempre allí. Siempre en el centro de la acción.
Roger Silverstone se refiere a ellos como Umbrales al mundo que nos hacen trascender el espacio físico. En un principio esto es cierto, pero no de manera efectiva, o real si se quiere. Son nuestros umbrales a un mundo que cada día parece achicarse más, pero sin embargo no puede hacer que nuestra visión de las Islas Galápagos (por ej.) abarque más allá de la resolución 4:3 o 16:9 con que la vemos mediante la pantalla. No sabemos realmente que ocurre allí. No tenemos ni una idea cercana de los olores que ese lugar contiene. Y por más que parezca que trascendemos lo físico. Nuestro cuerpo sigue inmutable frente a las 29 fotos por segundo que emite el NAT GEO. Tenemos conocimientos, información. No trascendencia. “Sin desplazamiento corporal alguno nos asomaremos al abismo de la creación” pregonaba Tillinghast.
Nos asomaremos, espiaremos, pero no estaremos allí.
3
¿Entonces todas las acciones que realizamos desde y a través de los media serian virtuales? No necesariamente. Ud. está leyendo este texto mediante una pantalla y eso no quiere decir que no lo esté haciendo realmente. Al caso da lo mismo que sea papel o un monitor. Pero distinto seria si se lo susurramos al oído ¿No cree?
El problema más importante, en cuanto a “realidad”, que plantea esta mediatización de las experiencias no es tanto sobre como realizamos dichas experiencias sino de cómo las percibimos, hasta donde creemos que esas acciones son reales. Y hasta donde trasciende dicha percepción para convertirse efectivamente en realidad.
La naturalización que producimos en nuestra relación casi sentimental con los media es la que hace posible y explica dicha idea de realidad.
Desde que nos levantamos tenemos en la mesita de luz las ondas que genera la maquina de Tillinghast. Maquina que efectivamente actúa sobre órganos sensoriales existentes en nosotros en estado rudimentario o de atrofia. Qué es el teléfono celular sino un aparato extensor de nuestra capacidad de hablar y escuchar.
Al hacernos virtualmente más abarcativos, extensibles a gusto y piaccere, el mundo que creemos conocer nos queda pequeño, se hace diminuto como la cabeza de un alfiler. El tiempo, regulado en otras épocas por antojo de la naturaleza, es hoy el que determina la percepción de la realidad. Un tiempo fetichizado que consagra al capitalismo. En un segundo podemos “estar” en Japón, en el mismo momento “saber” lo que pasa en Perú, para por fin mirar por la ventana para darnos cuenta que el auto que pasa por frente de nuestros ojos tiene una bandera argentina porque la selección de fútbol acaba de ganar un partido en Sudáfrica.
Entonces lo que podemos definir como experiencias no mediatizadas está necesariamente ligado a las que si lo son. Si sostenemos que la realidad no es más que una subjetividad perceptiva, dicha subjetividad no podrá componerse solo de factores ajenos a los media.
Como le pasaba a Howard, se puede ser pesimista y animoso a la vez.
“Siempre he estado convencido de que esos mundos extraños e inaccesibles están muy cerca de nosotros; y ahora creo, que he descubierto un medio de traspasar la barrera” Dice el autor, entrando en una aparente contradicción con lo dicho hasta ahora. Sin embargo nos queda todavía la esperanzadora ilusión de que las experiencias mediatizadas no sean proporcionalemte mayores a las que no lo son. Puesto que si esos mundos están tan cerca de nosotros, bastaría con empezar por asomarse a la ventana y respirar la brisa que nos llega del más allá.
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